Chile necesita un Ministerio de Ciencia y Tecnología
Horacio
Independiente de esta situación de catástrofe nacional que involucra y enluta a todos los chilenos, la misma no pasa de una situación coyuntural, que no puede impedirnos de ver y pensar sobre el futuro. Sin maniqueísmos y retóricas desgastadas, tenemos que dejar un espacio para la reflexión y la crítica sincera. Los antiguos romanos decían que la sinceridad es la madre de todas las virtudes.
Es primordial que los gobiernos se preocupen por la ciencia, tecnología e innovación como instrumentos de superación de los problemas económicos y sociales. Justamente esta pesadilla que está viviendo actualmente el país puede ser la oportunidad para despertar y replantear el Chile que queremos para mañana: socialmente justo, económicamente fuerte, ambientalmente sustentable, políticamente democrático, éticamente aceptable y científicamente innovador.
Si diéramos una mirada a la pauta de exportaciones chilenas vamos a constatar que los dólares que entran al país provienen de productos del mar, de los agronegocios (agricultura/silvicultura), de la minería y eso sería. Una de las consecuencias de ese modelo exportador de materias primas o commodities es simplemente la falta de parques industriales en nuestro país con la consiguiente falta de trabajo. No en vano el estado chileno presenta cerca de 100 mil trabajadores a contrata y honorarios, cuando no deberían pasar del 20% del personal de planta (¿cuoteo?).
Mientras ese sea el modelo exportador que tengamos, hay que arar con los bueyes que poseemos. Lo que nos queda es mejorarlo, y mejorarlo significa nada más y nada menos, que crear condiciones para colocarle valor agregado a esos productos, independiente de otras iniciativas para diversificar nuestra producción y aumentar la oferta de trabajo en el país.
Dentro de estas circunstancias si yo tuviera que invertir dinero en investigación y tecnología, lo haría, por una cuestión de lógica, en las tres áreas mencionadas más arriba, porque ahí está la gallina de los huevos de oro, esto es, la fuente de dólares que nos permiten mantener nuestro comercio exterior y nuestra economía a flote.
Esos tres rubros serían el foco, así la biotecnología, nanotecnología, informática y otras tecnologías tendrían como ejes temáticos el mar, los agronegocios y la minería. Ahí colocaría mis fichas porque veo retorno. Fichas significa capacitar recursos humanos y fortalecimiento de una plataforma científica y tecnológica que promueva la innovación y, por lo tanto, la competitividad. La competitividad significa vender productos de buena calidad y disputar mercados en esta economía global, en la cual estamos insertos.
El mundo necesita consumir alimentos, pero prácticamente toda América Latina produce alimentos, entonces la competencia será fuerte en este siglo XXI. Así, venderá más, quien esté mejor preparado, posea buenas tierras, agua, energía y tecnología para generar productos con valor agregado. Vender una uva sin agro tóxicos, por ejemplo, contra la polilla de la uva (Lobesia brotana) o contra Botrytis (hongo) es posicionar un producto competitivo en el mercado. Tener foco es saber decir que no, esto es, evitar tentaciones, dispersiones, etc. Los recursos de nuestro país no son tan abundantes como para financiar tanta investigación, aún menos investigación fragmentada y aislada de un contexto nacional o de metas nacionales.
La investigación en el país tiene que plantearse metas nacionales, por ejemplo, en materia de energías alternativas, la energía solar. Surge el problema del almacenamiento de ésta, por lo tanto, el litio debería ser intensamente investigado para producir baterías durables. Esto sería un buen ejemplo de cómo la ciencia impactaría la economía del país, creando empleos, generando divisas y desarrollando una industria manufacturera. Quedé impresionado con la Siemens al saber que en 2008 facturó 77 mil millones de euros en todo el mundo, vendiendo equipamientos y sistemas en las más diversas áreas del conocimiento: salud, energía y electrodomésticos.
¿Hasta qué punto la industria del cobre ha desarrollado en el país una industria paralela de tecnologías, equipamientos y "know-how" suficientemente competitiva a nivel internacional? En Noruega el dinero del petróleo justamente hizo eso, creó y desarrolló una complementaria y potente industria paralela de equipamientos.
Para desarrollar la ciencia y la tecnología, Chile debe disponer de un banco estatal y un ministerio de ciencia y tecnología. El banco estatal existe y se llama Corfo. Justamente los bancos estatales nacen en Europa para industrializar y dar crédito a la industria arrasada de la post-guerra. Líneas de créditos para proyectos de expansión y promoción de la innovación tecnológica, de parques industriales son el objetivo, pero su gestión debe ser eficiente, sin burocracia ni preconceptos ideológicos. No sé si este es exactamente el caso de Corfo a lo largo y ancho de su historia. En Brasil, la Corfo de allá levantó y estimuló el desarrolló del agronegocio del etanol a partir de la caña de azúcar. Hoy en día tal agronegocio es ejemplo mundial de producción y competitividad y está totalmente restricto al área privada. Eso fue posible porque el banco estatal financió investigaciones en el área agronómica, ingeniería industrial y levaduras.
Dentro del espíritu de perfeccionar e incentivar el desarrollo de la ciencia y la tecnología en Chile, nos falta un organismo rector para reforzar y centralizar el carácter técnicos de sus recomendaciones. Tal organismo rector debería ser un Ministerio de Ciencia y Tecnología.
En el actual organigrama, la ciencia en Chile es atendida o patrocinada por una secretaría del Ministerio de Educación (Conicyt), es decir, por una entidad totalmente subalterna al ministro de educación, que, por otro lado, no está obligado a saber los teje y maneje de la investigación.
En ese organigrama se mezclan manzanas con peras: educación con investigación. Tal vez dentro de ese estilo, mezclar hacienda con investigación también sería posible ya que, al final, la plata sale del Ministerio de Hacienda. Pero no, las mezcolanzas y la promiscuidad nunca funcionan, se confunden los roles, quedan áreas en la penumbra y una cosa puede sobrepujar a la otra. La ciencia y la investigación por sus características y complejidades deberían tener su propia autonomía en el reclutamiento de su personal y metas nacionales específicas.
Un ministerio, por ejemplo, que dé notoriedad a los inventores e inspire a los jóvenes a seguir carreras creativas por medio de la invención o descubrimiento. Hay una desproporción muy grande entre el impacto de las invenciones en la sociedad y el grado de reconocimiento recibido por los inventores. En nuestro querido país, más noticia hace el resfriado de un político, que un descubrimiento importante en un centro de investigación.
Se hace imprescindible para la ciencia disponer de un ministro para discutir de igual a igual con el ministro de hacienda que es el hombre de las platas. Se necesita un ministro en esta área, para golpear puertas y hablar firme y claro. Por otro lado, dinero para congresos científicos, proyectos de investigación, becas al exterior, programas de doctorados y magíster dentro de las diferentes áreas del saber tienen que manejarse con prioridad y planificación, no pueden ser así solamente ciencia pura.
La realidad, problemáticas, desafíos del país (terremotos por ejemplo) bien como universidades fiscales, tienen que ser llevadas muy en serio. Especialmente estas últimas, que no pueden ser convertidas en elefantes blancos o feudos con rutina burocrática, pues tienen un rol fundamental en el apoyo de la elaboración de políticas públicas.
La Universidad de Chile no se puede pautar por la lógica del mercado, si fuera así, es mejor privatizarla, lo cual sería un absurdo, porque las instituciones del estado, (no el estatismo), tienen una función inductora fundamental en el progreso del país.
Tales análisis son requeridos para tornar más eficientes nuestros parcos recursos, para eso se necesita una estructura eficaz, colegiada y multidisciplinar en su composición, para evaluar y determinar con tranquilidad lo que tiene que ser hecho en materia de investigación en nuestro país a mediano y largo plazo. Todo eso, sin una infraestructura adecuada y visión holística de la situación, debilita mucho cualquier plataforma de incentivo técnico-científica.
Para entender mejor esto hagámonos una simple pregunta, en los 40 años que Conicyt tiene de vida, ¿cuántos de esos proyectos han permitido incrementar el PIB del país, o han mejorado las exportaciones en el ámbito de los productos del mar, agronegocios o minería?
Es verdad que la creación de un Ministerio generaría más gastos al erario nacional. Pero la era de los Chicago Boys ya pasó, la era del estado mínimo ya no se sustenta. Ahora el pensamiento es otro, se preconiza estado y mercado trabajando en harmonía y sin poderes hegemónicos de parte de uno u otro, para así crear riqueza y bienestar social, papel este también de la ciencia y la investigación, tal cual como ocurre en los países del primer mundo.
Antes se pensaba que los recursos de la naturaleza eran inagotables y el crecimiento económico era sin fin. Pero hace ya algún tiempo que el consumo en nuestro planeta está sobrepasando la capacidad de éste para sostener nuestro progreso. Qué mejor que un Ministerio de Ciencia y Tecnología para hablarnos de esto, vale decir, del conocimiento como insumo del progreso, de la inteligencia por sobre la extracción de bienes naturales bruta e impiedosa. Allí la convergencia de hombres y mujeres con Ph.D., y no personas improvisadas ni apitutadas, conformarán las diferentes áreas del ministerio, sin duda que nos ilustrarán mejor sobre las ventajas del crecimiento sustentable, esto es, del crecimiento económico con respeto al medio ambiente.
En Chile existe una diversidad de instituciones financiadoras de la investigación, cada una invirtiendo en lo que cree importante para el país. Sin embargo, parece ser, que en muchos de los casos esas decisiones se basan en una visión un tanto sesgada por la formación e intuición personal del jefe de turno, más que en una directriz nacional de un proyecto coherente, de carácter estratégico, sancionado por un organismo superior. Justamente para evitar esa dispersión y subjetivismo de recursos y de acciones es que necesitamos centralizar en una institución las directrices para formar un todo vertebrado y cohesionado, con peso político y gran poder de negociación a nivel de gobierno, parlamento y autoridades regionales.
Dudo mucho que en la actual estructura de la ciencia en nuestro país, sin la figura prominente de un liderazgo y carisma que la situación requiere, el desarrollo de Parques Tecnológicos sean incentivados. Parques Tecnológicos son emprendimientos volcados para la promoción de la ciencia, tecnología e innovación. Son espacios que ofrecen la oportunidad de transformar inteligencia en riqueza, aproximando los centros de conocimiento (universidades, centros de investigación y escuelas) al sector productivo (empresas en general).
Si tal estructura existiese, esta no puede ser otra que un Ministerio de Ciencia y Tecnología con un ministro con vivencia, apoyo político y la camiseta puesta en el campo de la investigación y con el compromiso solemne de transformar conocimiento en soluciones y riqueza.
Quién sabe si con estos nuevos vientos de mudanzas y de renovación este ministerio surge.
Autor:
Pedro Barrueto C.
Biólogo, PhD
Ex-Profesor Universidad de Chile
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
DIPLOMADO EN GESTION DEL CONOCIMIMIENTO DE ONU
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