La importancia del ocio
por Alberto Benegas Lynch (h)
Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
Aristóteles escribe en Ética a Nicómaco que las ocupaciones para contar con recursos para vivir son "para tener ocio", es decir, para la vida contemplativa, para adentrare en el sentido de la vida y para el conocimiento (de allí que "la virtud es el conocimiento" según las enseñanzas socráticas). Es por esto que, según explica Josef Pieper en El ocio y la vida intelectual, la expresión "ocio" deriva de escuela "así, pues, el nombre con que denominamos los lugares en que se lleva a cabo la educación, e incluso la educación superior, significa ocio". Por ello es que Aristóteles en La política mantiene que el ocio es el punto cardinal en torno al cual gira todo.
Hoy en gran medida se vive concentrado en los medios de vida pero se subestima el fin de la vida. Muchos se vanaglorian de tener agendas cubiertas de medios pero no dejan espacio para los fines. Trabajar para el arbitraje cotidiano, es decir, laborar para comprar barato y vender caro sin el menor esfuerzo por trabajar el espíritu. Como se ha dicho, nadie en su lecho de muerte se arrepiente de no haber ido más a la oficina, sin embargo hay arrepentimientos por no haber alimentado más el alma. No son pocos los opulentos materiales pero paupérrimos intelectuales. Lo que nos caracteriza como seres humanos y nos diferencia de las otras especies es la psique, es la capacidad de bucear en nuestro origen y de conjeturar acerca de nuestro destino. No contribuimos a hacer que el mundo sea mejor por dedicarnos exclusivamente a los medios alimentarios sino por el trabajo que le dediquemos a dar alimento a los fines y al propósito de nuestra existencia. Sin brújula no es posible llegar a ningún lado.
Los fundamentos de la sociedad abierta resultan indispensables para prosperar pero, por una parte, sería una tarea vacía si no se aprovechan los tiempos de ocio borrándolos con más negocio (no-ocio) y, por otra, la misma supervivencia de la libertad depende del uso que se le de al ocio al efecto de escarbar en los pilares del respeto recíproco. Según William Hazlitt los negociantes de tiempo completo sienten una insoportable fatiga cuando piensan en lo que excede a lo meramente mercantil y Robert Louis Stevenson afirma que esos personajes viven en estado comatoso ya que para ellos el mundo que va más allá del negocio "es un blanco total". Esto ocurre hasta que la asfixia totalitaria no los deja respirar ya que se encuentran con una soga que les rodea el pescuezo…aunque como ha vaticinado Lenin ciertos "capitalistas competirán por las sogas con las que serán ahorcados".
Como bien apunta Pieper en la obra citada "la falta de ocio, la incapacidad para el ocio, está en relación estrecha con la pereza; de la pereza es de donde procede el desasosiego y la actividad incansable del trabajar por el trabajo mismo". Es la incapacidad para mirarse por dentro, lo que, de acuerdo con Joseph Fabry en su En busca de significado, sucede a los que no pueden estar solos porque son presa del "síndrome del domingo", necesitan ruido en su derredor para estrangular la vida interior, son los que dan rienda suelta a los "deseos atávicos y zoológicos" para huir de si mismos en fuga de "una mirada centrípeta".
Estos pequeños son los que se mofan de los teóricos al tiempo que ellos alardean de prácticos sin percibir que todo lo que usan es indefectiblemente consecuencia de elaboraciones teóricas. El pensamiento abstracto es para ellos un mundo inaccesible, sin saberlo, solo practican los dictados de los innovadores que concibieron todo aquello en lo que descansa el práctico. Es indispensable anteponer el ocio al negocio para dar oportunidad a que la vida espiritual abra el camino a la sociedad libre.
Los adelantos tecnológicos deben ir precedidos por la guía moral, de lo contrario inexorablemente aquellos serán utilizados para el mal. Y no solo eso sino que la propia concepción tecnológica reducirá su calidad debido a que las señales en el mercado estarán distorsionadas por la intervención del aparato estatal y "las mejoras" logradas carecerán cada vez más de significado ya que serán en grado creciente el resultado de las demandas de la estructura política y no de la gente (y en la fase de transición siempre debe contemplarse el contrafáctico, es decir, cuanto más se hubiera logrado si se hubiera dejado al mercado operar).
Se suele decir que debe dejarse a cada uno hacer lo suyo y ocuparse de sus negocios pero hay aquí dos observaciones que son relevantes. Por una parte, lo suyo es también el ocio y no circunscribirse al negocio. Pero aún más importante es percatarse que no hay lo suyo si no hay espacio para el ocio que permite estudiar y difundir las ideas de la libertad, incluso para poder hacer negocios. Constituye un espectáculo bastante bochornoso el que cada tantos años los que "hacen la plancha" durante el resto del tiempo se sienten reivindicados por las enfáticas opiniones que emiten en cuanto a los candidatos que apoyarán en la siguiente contienda electoral, los cuales son naturalmente cada vez más escuálidos en sus discursos debido, precisamente, a la desidia de estos fantoches durante el resto del tiempo.
Esto para nada significa descalificar al mundo de los negocios sin los cuales, entre muchas otras cosas, no dispondríamos de pan, de leche, de medicamentos, de vivienda, de luz, de libros (ni de periódicos). De lo que se trata es de comprender que nada de lo que apreciamos puede existir —comenzando por la misma condición humana— si no le dedicamos el suficiente espacio al ocio en el sentido aquí comentado. Con razón fastidia en grado sumo, por ejemplo, cuando se dice peyorativamente que los médicos son comerciantes como si esa profesión y la medicina en general debieran vivir del aire y como si quien la condena no estuviera mantenido por el comercio. Al fin y al cabo el comercio significa dar a otros lo que necesitan a cambio de entregar lo que el primero requiere. Son servicios recíprocos.
Sin embargo, hay un complejo de inferioridad por no trabajar tiempo completo en los medios de vida. Es como si esto diera sentido a la propia existencia. Tanto es el vacío existencial que hay que rellenarlo todo con las faenas mercantiles, de lo contrario la persona estima que no es nadie y efectivamente tiene razón pero subestima su vaciedad puesto que sigue siendo nadie aunque esté en la oficina las veinticuatro horas o esté "conectado" a algún adminículo electrónico porque en verdad está desconectado de la vida. A estos sujetos está dedicada la reflexión de Borges cuando escribe en El hacedor: "Ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien para que no se descubriera su condición de nadie".
Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de América (EE.UU.) el 28 de octubre de 2010.
Fuente:http://www.elcato.org/node/5603
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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